sábado, 14 de marzo de 2009

Los rieles del Alma





A veces sentimos que lo que hacemos es tan solo una gota en el mar,
pero el mar sería menos si le faltara una gota.
Madre Teresa de Calcuta




Espacio físico: Vuelta en tren desde Del Viso hasta Retiro. Pasando por:

M Alberti, Tortuguitas, Tierras Altas, Grand Bourg, Ing. Pablo Nogues, Los Polvorines, Villa de Mayo, A. Sourdeaux, Don Torcuato, Vice. Alte. Montes, Boulogne, Villa Adelina, Carapachay, Munro, Florida, M. Padilla, A. del Valle, R. S. Ortiz, Saldias y Retiro.

Me encuentro sentada en los asientos que vas al revés, de esos que te dan la sensación de ver el mundo como es. Pareciera que todo va para atrás y se pierde en la velocidad de los rieles, para no volver.

Y uno se siente fuera del rebaño y las miradas de los que van “con el tren” se fijan en uno.

Mareos y posibles nauseas atentan contra nuestra conciencia, que intenta a veces no ver la crudeza que la ventana expone en nuestras pupilas.



Niños, niños y más niños en las calles de tierra. Los bebes descalzos, los ojos tristes, las manos sucias.

Adolescentes que tiran piedras contra los vidrios del tren. A lo mejor su bronca llegue a romper el vidrio despertando a alguien o incluso lastimándolo.

Techos de chapa, casillas de madera y kilómetros y kilómetros de basura.

Agua estancada y el característico olor a goma quemada.

Improvisadas canchas de fútbol y alguna que otra bicicleta oxidada.

Las nubes grises y la inminente tormenta que oscurecía mas el paisaje y la música ambiental del tren no dejaba de resonar en mi cerebro: do` pesos, do` pesos es lo que vale. Lindo, barato, para hacer un presente (…)

Una niña de no más de seis años, con una trenza larga y cabizbaja apretó mi mano con sus cinco deditos y me entrego unos almanaques muy tiernos.

Preferí devolverle todo y un alfajor. Le debe doler la panza de hambre, pensé.



¿Porque todo es tan desparejo?

¿No era Argentina el granero del mundo?

¿Dónde quedaron los derechos de los niños?

¿Dónde queda la dignidad de las personas?

¿Por qué siguen construyendo para arriba?



Me siento pequeña como una hormiga, rodeada de cemento, burocracia y cosas sin sentido.

No es ese el sentido de la vida.

El sentido esta en la mirada triste y en las manos resecas de esos 50 centímetros que deambulan por el tren y de los pieces descalzos que caminan sobre el agua podrida, vidrios o fuego. Para su cuerpito, da igual.

No hay derecho, no hay justicia, no hay democracia.

La impunidad y la corrupción se respira en cada centímetro de este país.

Rebalso de angustia e impotencia al no encontrar soluciones para tantas desgracias que siembran esta tierra. La pasividad huele a podrido, se estanca la sangre.

Y por un segundo pienso: Hay que rehacer el mundo. Esta todo patas para arriba.

Y me gustaría tener un megáfono gigante y gritar: ¡¡¡ES AL REVES!!! ¿¿¿¿No es dan cuenta????

La codicia, el consumismo, el egoísmo, nos va a terminan matando. Como nosotros matamos así mismo, a la Tierra y a nosotros mismos. (Kamikaze si los hay)



¿Cómo luchar contra monstruos tan grandes y poderosos?

¿Cómo exterminar la codicia humana?

¿Qué hacer desde este lugar, como y donde accionar?



La ignorancia y la inocencia de las personas es el anzuelo perfecto para ellos.

Ellos que acechan del otro lado, aprovechándose de todo lo que puedan.

Hecha la ley, hecha la trampa.

Negociar: esa es su Biblia, todo se compra y se vende, incluso la vida misma.

Trafico de bebes, de organos, redes de prostitucion infantil, más de lo mismo.

¿Qué valor tiene la vida para todas esas personas?

¿Cuál es la parte que nunca entendieron?



Hay cosas que jamás llegare a comprender.

Atrocidades que los seres humanos cometen y son inexplicables, desde la psicología, desde la biología o desde la religión.

Nada me basta. Nada alcanza.

No es justo.

¿Cómo se descansa en paz sabiendo lo que pasa “afuera”?

¿Cómo se vive tranquilo en la burbuja de colores individualista percibiendo el mundo?

El mundo del que todo somos parte.

Hacerse cargo de que nosotros también somos eslabones de este engranaje enfermo que es la sociedad, tomar conciencia de que cada uno de nosotros es victima, y victimario incluso, de este dispositivo que se esta cayendo a pedazos por donde lo miremos.



En cada estación hay una sala con un banco que dice “Sala de espera”.

Me llamo la atención, porque me hizo acordar a los hospitales.

Con la diferencia de que en estas salas abunda la gente descalza, de personas tiradas durmiendo entre frazadas o lo que tengan a mano, y la mirada fría y distante de los uniformados.

Cerré los ojos en la estación de Don Torcuato y se me acelero el corazón.

Un bebé, de no más de dos meses, lloraba con una potencia inquebrantable.

¿Qué futuro le espera?

Se me cerró el pecho. Me sentí sola, me sentí un granito de arena en la cumbre de la injusticia.

Sentí que la muerte y la vida me abrazaban a la vez.

El frió y el calor recorrieron mis células.

Hubiera querido abrazar a alguien o encontrar en la mirada de las personas alguna esperanza.

Pero no. No es un guante de seda mi destino.

Abrí los ojos y me encontré con los mismos rostros tristes, con el llanto del bebe desconsolado y a mi derecha él durmiendo.

A veces envidio a los que duermen y no son concientes. A los que no sufren, a los que no se hacen cargo, a los que no les estruja el Alma el sufrimiento ajeno. A veces envidio a los que no conocen la compasión y el sentimiento de unidad.

Pero generalmente, me produce mucha lastima cruzarme con gente dormida.

Porque la canción que me hace llorar últimamente dice “…Vamos junto a ti, seremos invencibles hasta el fin, juntos somos mas y nadie puede hacernos nunca mal…”

Porque en la calle codo a codo, dice Marito, somos mucho más que dos.

Necesitamos gente despierta, hay que luchar, hay que pasar del sustantivo al verbo AHORA.



La triste realidad cotidiana a veces se impregna en la almohada y no te deja descansar.

La sensación de opresión en el pecho, la ansiedad y la angustia es insoportable.

Y entonces una voz me dice en los sueños: Hay que hacer algo.

Y una psicóloga me diagnostica en los sueños con palabras extrañas.

Y mis delirios místicos mesiánicos se potencian. Pero tengo aun, los pies firmes sobre la tierra.

Arriesgarse a arriesgar.

Vencer la quietud.

ACCIONAR.



Si, quiero salvar al mundo.

¿Alguien se suma a tal causa?



N.P.S

30/07/08


1 comentario:

Anónimo dijo...

yo me quiero sumar, que podre hacer?